Tras la fuerte lesión que tuve al acabar la carrera de Costa Rica, no tenía más remedio que dejar de correr durante un tiempo. No me importaba mucho, por que a veces , hay que saber descansar un poco. El cuerpo lo agradece mucho.
Al ver que pasaban los días y la lesión no mejoraba y ver que el descanso no era suficiente, tuve que recurrir a un fisioterapeuta para saber lo que realmente tenía. Me diagnosticó Periostitis, que es una inflamación de la capa exterior del hueso. En mi caso seguramente se debiera a la gran cantidad de impactos que sufrió la tibia y la rodilla en los 220kms de carrera. Era lógico, estas carreras de ultrafondo desgastan muchísimo.
Durante más de un mes estuve asistiendo al físio y lo alternaba con entrenos de natación. La verdad es que me gusta mucho nadar. Me relaja y entreno sin impacto.
En 2001 finalicé el Ironman de Lanzarote y la técnica de natación la tenía bastante reciente. No me costó mucho mantener unos hábitos diarios de piscina.
Mientras nadaba pensaba en posibles retos para motivarme un poco y mira por donde, pensé en cruzar el Estrecho de Gibraltar a nado en solitario.
Estuve dos semanas con entrenos muy largos para ver si mi cuerpo respondía a grandes distancias. Al ver que cada día me sentía mejor y que la rodilla no me molestaba, me propuse intentarlo. Ya no había marcha atrás. Estaba decidido.
Tenía el planning de entreno perfectamente estructurado. De Octubre a Diciembre entrenaría en la piscina y de Enero a Junio en el mar, en aguas abiertas. El frío del Estrecho no tenía que ser un problema.
La mejor parte del proyecto fueron, sin duda, los entrenos.
Que bien me lo pasé, sobretodo en el mar. Cada día, al acabar de trabajar al mediodía, me ponía mi traje de neopreno y nadaba desde la Palomera al puerto de Blanes. Hacía tres o cuatro series de 1000mts. No era mucha distancia, pero iba cada día. Hiciera el tiempo que hiciera.
Cuando el mar estaba plano, me iba solo y si se complicaba la cosa, se venía mi padre en kayak o Enric Puig, un buen nadador. A veces, incluso hacíamos tiradas de 2hrs con avituallamiento en el mar para ir preparando lo que sería el Cruce. O íbamos de Blanes a Lloret de mar y volver.
Tenía un poco de respeto al mar. No era miedo, pero no me gusta mucho la profundidad y menos la del Atlántico. Por el estrecho cruzan muchos barcos y sobretodo muchos cetáceos. Entre ellos los Delfines comunes de unos 80kgs, los Delfines listados de 100kgs, los Calderones de dos toneladas, las Orcas de 9mts y mas de 9 toneladas o los cachalotes de 50 toneladas!!! Imagina encontrarte un bicho de ese tamaño mientras estás nadando! Me muero!!
Así que preparé algún entreno en el Marineland de Palafolls para perder el miedo y saber nadar con bichos grandes a mi alrededor.
Y así hice. Comenzaba a nadar en la piscina y sin que me diera cuenta soltaban a los delfines. Era una sensación difícil de redactar. Como explico la velocidad, la fuerza, las ganas de jugar o el tacto que tienen…son cosas que has de probar alguna vez en la vida. Me tiraba una hora entrenando y ellos a mi lado. Una especie muy inteligente.
Tengo unos recuerdos imborrables de aquellos entrenos. Me lo pasé genial, al contrario que en el Cruce.
A finales de Junio, Neus y yo, nos embarcamos rumbo a Tarifa ,el punto más meridional de la Península Ibérica y donde se encuentra la asociación a nado del Cruce del Estrecho de Gibraltar.
Al llegar a puerto ya vi que hacía un viento de Levante muy fuerte y que seguramente el primer día no sería el adecuado. En teoría iba a cruzar el Estrecho en cuatro horas, así que daba igual si lo intentaba por la mañana o por la tarde.
Me presenté en la oficina y me explicaron como sería todo el protocolo del Cruce.
Iban a ser dos barcas. Una barca náutica donde estaba el patrón e indicaba el rumbo de la travesía y una lancha zodiac de Cruz Roja que estaría en todo momento a mi lado, pendiente del Patrón pero sin poder ayudarme en ningún momento, menos en causas extremas. Con la consecuente descalificación.
Al acabar de explicarme todo lo referente al Cruce, ya me dejaron caer que toda esa semana iba a soplar un fuerte viento de Levante, que si no bajaba, no podría intentarlo.
Me quedé de piedra. Todo el entreno realizado y no podía ni intentarlo. Estaba muy chafado.
Nos fuimos al hotel, que justamente se llamaba el escondite del viento y a esperar al día siguiente.
Después del desayuno, nos fuimos otra vez a la oficina con la esperanza de que el viento bajara un poco, pero fue todo lo contrario. Así que decidimos dejarlo para otra ocasión.
Todos los permisos y papeleo me lo guardaban para otro día pero fuera de esa semana. Así que decidimos hacer unos días de vacaciones por el sur. Vejer de la Frontera, Zahara de los Atunes, Punta Paloma, Barbate, Tarifa…y para Blanes.
Al llegar a casa, mi único pensamiento era volver para Tarifa. Tenía entreno y tenía muchas más ganas. No quería que se demorara mucho el tema.
A las dos semanas de regresar tuve la oportunidad de volver a Tarifa. Ésta vez sólo por tres días.
Parecía que el tiempo había dado un pequeña tregua.
Volví a la asociación del Cruce, esta vez con mi madre y me volvieron a decir que no podría cruzarlo durante esos días.
No me lo creía. Otra vez sin poder intentarlo. Por eso os decía que no disfruté en el Cruce. Demasiada tensión y decisiones por causas ajenas a mi. Correr no es tan complicado.
Llegó el último día de estancia en Tarifa y nos vamos a despedir de los encargados de la asociación si dejar de insistir en poder cruzarlo. La respuesta fue que no.
Nos sentamos en una cafetería justo delante del puerto y la verdad que estaba el mar picado, pero yo no me quería ir sin intentarlo. Así que mi madre se levantó, fue a hablar con el responsable y volvió.
No se que tienen las madres pero a los diez minutos, el patrón vino con prisas, me miró fijamente a los ojos y me preguntó si estaba preparado para afrontar cuatro corrientes muy fuertes y soportar un viento de mas de 4km/hora en contra. Y yo con las ganas que tenía le dije que si.
En 10 minutos me vi poniéndome el traje de neopreno en una barca rumbo al Faro de Tarifa para comenzar el Cruce del Estrecho de Gibraltar.
Llegamos al Faro, salté al agua, que por cierto, estaba helada y toqué las rocas.
En ese preciso instante me dieron la señal para comenzar a nadar.
La única cosa que tenía en mente era pasar las dos primeras corrientes. Ya que si tardaba mucho el patrón pararía el reto. Y así hice. Fuertes y constantes brazadas siguiendo a la Zódiac de Cruz Roja, que a veces iba hacia arriba y a veces hacia abajo, según las ordenes del patrón que estaba en la barca náutica observando las corrientes. El principio fue muy duro, pero iba avanzando muy fuerte. Tenía una adrenalina brutal. Me pasaban las olas por encima y yo seguía sin parar un instante. Solamente paraba cada 30’ para comer y beber un poco. Siempre a un metro de la Zódiac ya que no se puede tocar la barca en ningún momento.
Habían pasado tres horas y estaba a punto de iniciar la tercera de cinco corrientes y la barca náutica se dirigió hacia mí. Venía una corriente muy dura y aún quedaba más de la mitad. Fue el punto en el que o seguía, con la consecuencia de perder el vuelo de regreso y la posibilidad de no acabar , o pasar de todo y solo mirar al horizonte y nadar y nadar sin pensar en nada.
Mi madre fue muy viva y le recomendó al patrón que me dejara seguir, que yo lo iba a dar todo. Y así fue. No me dejaron comer en una hora. No podía parar ni decaer.
Pasé dos corrientes más y me planté a tan solo una hora de meta. Llegué a un punto en el que ya me daba igual todo. Unos momentos muy duros ya que la dureza sobrepasaba todo lo que había realizado hasta el momento. Entrenar el cruce del Estrecho estuvo muy bien, pero cruzarlo es otra cosa. Muchos nervios, stress y demasiada dureza. Pero poco a poco iba avanzando hasta que pude observar el cambio de bandera en la barca náutica, de la española a la marroquí. Fue un momento muy emotivo. Estaba en territorio Africano.Ya solo faltaba tirar de cabeza, por que estaba destrozado de hombros. Un reto de unas tres horas se culminó en 6:38hrs.
Uno de los mayores momentos que recordaré de la travesía fue cuando en una brazada vi una cosa extraña, algo muy grande y blanco. En ese momento tenía el sol justo encima mío y con la claridad, pude ver una ballena justo debajo mío. No saqué la cabeza de dentro del agua durante unas cuantas brazadas para contemplarla durante más rato. No me lo podía creer, no tuve miedo si no todo lo contrario. Me asombró tanto que disfruté mucho observando. Instantes mágicos.
A tan solo 40’ de tocar Marruecos, se fueron las corrientes y ya iba yo solo. Rumbo a donde me llevaran mis fuerzas. Fue un momento de liberación. Ya no tenía que luchar contra nada, tan solo dejarme llevar. Recuerdo los últimos metros llorando bajo el mar. No me podía ni llegar a imaginar el esfuerzo titánico que estaba haciendo. Y llegó el momento de tocar tierra. Ocho brazadas seguidas, el corazón a tope y unas ganas brutales de acabar. Así fue. Un grito de guerra y todo se acabó. Lo había conseguido!! Me daba igual todo. Estaba destrozado. No podía ni subir a la barca. No tenía fuerzas. Me subieron entre tres personas tirando de un peso muerto. Noqueado es poco. Al regresar a puerto me mareé, cogí frío y vomité. Hacía muchísimo viento. La vuelta se me hizo un horror. Demasiado oleaje y viento.
Entre el sube y baja de las corrientes realicé 19’5kms, casi 5 kms más de lo que realmente hay, 7hrs de esfuerzo descomunal sin apenas paradas y encima con prisas. Una odisea fue lo de Cruzar el Estrecho de Gibraltar. Pero volví a cruzar la meta. Muy contento de acabar el proyecto y de tener valor de intentarlo con muy pocas posibilidades. El reto se puso bastante complicado pero tiramos para adelante. Entre todos lo conseguimos.