11 mar 2019

Ultra Trail Chota, Ecuador. La crónica

Ultra Trail Chota

 Distancia: 165kms
Etapas: 1
Tiempo: 35.39hrs
Posición: 4
Año: 15 febrero 2019
Zona: Ibarra, Ecuador




De las carreras más dura que he realizado.

Volamos a Quito desde Madrid, vuelo largo de 12 horas. Llegamos al hotel que estaba en el centro, y fuimos a cenar a la zona de la Ronda, calle con mucho ambiente y restaurantes, donde comimos unas empanadas de morocho buenísimas y ceviche de camarones, y de ahí a dormir. Notábamos más el cansancio que la altitud, y eso que estábamos a 3.000 metros.

Por la mañana, con el jet lag (6 horas menos que en España) y las ganas de ver Quito, fuimos a ver el centro histórico, patrimonio de la humanidad, antes incluso de desayunar. Visitamos la Basílica, la plaza Santo Domingo, la plaza San Francisco y el Panecillo. De ahí ya desayunamos y nos fuimos a coger un bus para ir a Ibarra, donde comenzaría la carrera al día siguiente.

De camino a Ibarra paramos con el bus en Otavalo, villa tradicional con mercado andino muy visitado y tur, ya nos estábamos acostumbrando a Ecuador, su gente y su comida.
Llegamos a Ibarra, ciudad más grande de lo que esperábamos, y de allí cogimos un taxi para ir hacia el Lago Yahuarcocha, donde saldría la carrera y donde estaba nuestro hotel, la Quinta San Miguel. Qué contrastes, el lago era como un remanso de paz en comparación con Ibarra, todo tranquilidad y el hotel muy acogedor. Esa misma tarde conocimos a Henry, organizador de la carrera, que me propuso hacer un video en directo esa noche con entrevista. Al acabar, cenamos en el mismo hotel, pescado y patacones, y conocimos a Sebastián, otro intrépido corredor de Francia que haría los 160Km.

A la mañana fuimos con Sebastián y su coche de alquiler a visitar Ibarra, ¡qué calor hacía!, por lo menos 35ºC, y eso que veníamos pensando que iba a llover toda esa semana (lo ponía en nuestro teléfono, no hay que fiarse).
Comimos un buen plato de pasta, y pude descansar apenas 30 minutos, y me preparé para ir a la salida.

Hacía mucho que no hacía una Ultra de 100 millas non stop, desde 2015 en Mont Fuji Japón. Tenía la crónica de esa carrera así que la repasé, y recordé que la clave era el ritmo, un non stop tan largo hay que afrontarlo con respeto, así que iba a salir muy tranquilo y con bastones.

Salimos con un poco de retraso, y mucho calor, a las 13:30h. El primer tramo fue durísimo, con un desnivel de más de 1000 m en apenas 4 Km. Comenzamos a subir la loma en fila india y poco a poco fui notando la altura. De 2500 m en la salida que estábamos, llegaríamos a los 4000 m. Paso a paso y con la mente muy fría iba cogiendo mi ritmo. Veía a corredores sudar mucho, respirar fuerte ,… tenía que estar muy atento a mis sensaciones. Si quería acabar tenía que hacer un desgaste justo para no sobreesforzarme.

Mientras iba subiendo, me entretenía con las exuberantes vistas, pocos lugares tan espectaculares me he encontrado en carrera. La laguna de Yahuarcocha, que en el idioma inca significa lago de sangre, se podía apreciar desde cualquier punto de la subida y realmente era impresionante.

Una vez superado el primer kilómetro vertical, como en la organización lo llamaban, llegué al primer checkpoint, Yuracruzito, junto a tres o cuatro corredores. Ya habíamos hecho cima y tocaba descender por una pista fácil con algún tobogán. De repente el sendero se metió por bosques de árboles de gran altura y con vistas ahora al volcán Imbabura, espectacular volcán que da nombre a la región. Estas vistas se volvieron de nuevo en mi fuente de energía, ya que no me podía creer donde estaba. Verde y más verde con volcanes y pueblos en los valles.

Mientras iba avanzando veía la dureza del trabajo de los campesinos en las laderas de las montañas recogiendo patatas, y pensaba en lo afortunado que soy de poder conocer diferentes lugares haciendo deporte, eso me dio más fuerza y sentido a lo que estaba haciendo.

Sin darme cuenta llegue al CP2 Yuracruz, me iba encontrando a los mismos corredores en todo momento, lo bueno es que mi ritmo era muy cómodo, la comida me iba entrando bien (hasta el momento almendras con sal) y en los dos controles encontraba bananas que me complementaron muy bien.

En el Km 19, el camino se hizo estrecho y fácil ya que reseguí un canal de riego en la loma de la montaña. Todo muy verde, frondoso, con algún obstáculo por el medio, ya que pasaban vacas y en el camino solo cabíamos uno. Al principio iba con mucho respeto a los animales, ya que eran vacas enormes, pero al final las apartaba e incluso las hacía correr delante de mí un buen rato hasta que ellas mismas se apartaban, fue muy divertido.

En ese tramo me pasaron dos corredores, pero yo no tenía la intención de seguir a nadie, mi meta era finalizar, iba a ser una carrera de descartes, sabía que quién aguantara hasta el final lograría su objetivo.

La noche iba entrando, y la puesta de sol fue mágica. Eso tienen los ultra, que puedes ver caer el sol al atardecer y ver la salida del sol por la mañana.

Tenía el volcán Imbabura a la derecha, y una pista fácil que serpentear de subida. Me encontré a gusto la primera hora con el frontal, ya tenía ganados 34 Km, y comenzaba lo bueno… En el CP veo que mi frontal no va muy bien, y la señalización era justísima, ya que utilizaban para marcar cintas, pintura, estacas, banderillas pero muy poco reflectante, que es vital para la noche, así que iba un poco vendido. Comí unos pocos de fideos en el CP y a seguir.

Fui habituándome a la noche, pero nos perdíamos todos, veía a gente que volvía por mi camino, nos juntábamos para encontrar la ruta correcta, que estrés. Muchas veces era por la mala señalización, y eso no gusta nada. Hay que recordar que era la primera edición de las 100 millas, seguro que pondrán más reflectante en próximas ediciones. En este tipo de carreras afecta mucho perderse, así que había que estar atento, porque a veces éramos nosotros que nos saltábamos las marcas de señalización.

Una bajada super técnica con piedras sueltas, y señalización escasa, me hicieron pensar en todo lo que vendría por delante, ya que bajé tenso y sudando. Tenía que procurar beber más, tomar alguna pastilla de sal y comer para obtener más energía. Demasiadas cosas en un tramo peligroso, pero hay que ser minucioso si quieres estar preparado para lo que vaya viniendo.

Con la experiencia últimamente nunca llevo reloj, pero se cuando falta poco para que llegue el checkpoint. Mis sensaciones me ayudan a llevarlo mejor, así no dependo totalmente del reloj, eso te hace esclavo de la carrera. Prefiero dejarme llevar y no intentar controlar todo. Por el momento el improvisar me está ayudando en este tipo de carreras.

Después de la larga y técnica bajada llego al Km 45, allí veo a Henry, el director de carrera, y me dice que si la bajada había sido dura, que me preparase para la siguiente ya que era mucho peor, ¡qué ánimos!.
Decido cambiar las pilas del frontal, necesitaba mucha más luz, y en el control cogí dos trozos de plátano y a seguir.

Era totalmente de noche y empezó una subida imponente y vertical. En Ecuador, por lo que he visto, las subidas no son en zigzag como en las carreras de Europa, allí las marcan directas, verticales, inclinadas hasta el punto de ser peligrosas. Cada seis o siete pasos tenía que parar a coger aire, comer, beber,… durísimo, y encima no perderme. 

Todo era muy lento, pero no podía hacerlo de otra manera. El terreno era durísimo, fueron 3 horas de subida.
Por fin llegué al CP6 Escuela de Méjico Km 50, donde tenían fideos calientes y una camilla para descansar, tranquilamente me hubiera tumbado pero decidí comer los fideos y continuar. Si no estás muy tocado es mejor seguir, aguantar, no puedes relajarte mucho ya que sino luego no arrancas.

Nada más salir, me pierdo junto a otro corredor, ya que hacía mucho viento y las marcas se habían volado. No os imagináis la frustración de retroceder de nuevo hasta el CP6, y encima sabiendo que había un bajada super técnica donde iba a sufrir mucho.

Retomo la ruta y a por los 8 Km de bajada, madre mía que brutalidad. Rocas sueltas, saltos, cuádriceps ardiendo, sudores, caídas, … y nunca llegaba el final. No llevaba ni un tercio de carrera. Bajando como podía pude observar luces a lo lejos del valle, tenía que ser el próximo CP, no llegaba nunca, pero al final escuché gritar a Neus, no me lo creía. Habíamos quedado en que se quedaría durmiendo en el hotel hasta la mañana siguiente, y ahí estaba, en el Km 58 a media noche. Energía al máximo, pero iba muy tocado. La ruta era muy exigente y no iba del todo cómodo.

Llegué al CP7 Oasis 58 Km, y al estar Neus me senté y me bebí una sopa, que era buenísima, me supo a gloria. Me fui rápido a pesar de que estaba Neus, quería avanzar, quedaba mucho aún.

El camino nos hace pasar por la carretera Panamericana, un poco de asfalto no viene mal, pero acabó rápidamente y volví a subir, esta vez en modo cuatro patas, con uñas y dientes literalmente, ya que el terreno era gravilla suelta entre pinchos y cactus. Estaba iniciando la zona árida de la carrera, el valle del Chota. Seco, con pinchos, sin árboles, un contraste radical con respecto a la primera parte. 

A pesar del primer tramo de subida muy vertical recuerdo cruzar montañas redondeadas entre arbustos a la luz de la luna, precioso. Pero al no estar marcado con reflectantes, no me podía permitir el lujo de descansar la mente y tenía que estar siempre atento al camino. Que estrés, es por ello que la noche no me gusta nada, prefiero las carreras por etapas, aunque reconozco que tiene su magia, correr bajo las estrellas en la soledad de la noche, que contradicción.

En este tramo, con los bastones avanzaba mucho, procuraba comer y beber, el cuerpo tenía que estar en todo momento con energía.

Sobre el Km 70 me perdí, pero bien perdido. De repente me encontré entre cañas, zarzas, pinchos, saltos y no podía retroceder. Qué angustia. A lo lejos vi un resplandor de luz, en teoría tenía que ser el siguiente CP8, en Juncal. Así que decidí ir campo a través directo hasta la luz. Caídas, troncos, sangre en mis piernas por los pichos...estaba como loco bajando y sin saber por donde iba.
No había marcha atrás, son decisiones rápidas que tomas y hay que apechugar.

Más polvo, maleza seca... pero decidido, sigo avanzando. Al final llegué a una pista, y estaba Henry en la moto. Me cuenta que le habían quitado marcas, y es por eso que nos estamos perdiendo todos. Me dice que en un par de Km llegaré al pueblo donde está el control. Me acelero, entro al pueblo y ¡me vuelvo a perder!. El CP no estaba en el pueblo, estaba al lado, por lo que tuve que retroceder corriendo más rápido por los 5 perros que me seguían. Al retroceder vi las marcas en el suelo que no había visto antes, me reitero, faltaba reflectante. 
Estaba cansado, era de noche, procuraba beber y comer, por lo que cuando llegó una pista fácil uno se relaja, no se puede estar en todo.

Llegando al CP8 Juncal, era viernes de madrugada, crucé por una zona de fiesta, música, coches, … era como estar en otro mundo, unos corriendo por las montañas solitario de la vida, y otros con ron cola y reguetón jajajaja.

CP8 Km 72, veo a un corredor. Hacía tiempo que no veía a uno. Me dicen que voy 5, las perdidas y la dureza habían hecho que muchos corredores abandonaban, y es que estaba siendo durísima y no llevábamos ni la mitad. Me hago un sándwich, bebo un poco de coca cola y continúo. Me indican como continuar, ya que el tramo era complicado porqué se cruzaban dos carreteras con mucho tráfico por dos puentes. Intento estar atento, pero me pierdo de nuevo.
Esta ya me tocó la moral. Tramo de asfalto en subida y me salto otras marcas en el suelo. 

La carretera estaba en obras y había unas cintas que parecían de la competición, y las seguí hasta que vi que no era el camino, más o menos 10 minutos.
A la que ves que puedes haberte perdido es mejor asegurar y darse la vuelta hasta ver las marcas de nuevo. Tiempo perdido tontamente, 20 minutos.

El camino correcto se desvía por la montaña, y al fondo veo a un corredor. Subo y subo hasta que lo alcanzo, era Javier. Se sorprendió al verme ya que salió 20 minutos más tarde detrás de mío del control. Decido ir con él hasta que amanezca, no quería perderme más. Tramo ascendente pero ameno, fácil de llevar. Llegamos hasta la cima y a bajar, tranquilos, caminando. De repente comenzó a amanecer. Me quito el frontal y empiezo a ver mejor las marcas, qué alivio.

Hasta llegar al Km 90 Carpuela, CP9, vamos cogiendo mandarinas y aguacates de los árboles, Javier era un lince para encontrarlos. En el CP9 nos separamos, me veía fuerte y quería aprovechar el día. Todo lo que avanzara de día, no lo haría de noche.

Atravieso un puente muy auténtico. De esos colgantes y enormes. Sigo corriendo y en unos 10 minutos me encuentro con el tramo más absurdo de la carrera.

El control estaba a unos 400 metros por una carretera de asfalto, pero la carrera se desviaba hacia una subida vertical como una pared, con peligro de resbalarse y caerse al vacío, que no os podéis imaginar, algo surrealista, ni yo me creo que haya pasado por ahí. Lo más peligroso que he hecho en una carrera.
Se supone que hay que sufrir, que es un reto, que habrá dureza, … pero de eso a correr peligro de verdad, es un mundo. No tuve más remedio que ir subiendo, ya que retroceder era imposible. Cada pisada, cada agarre, era como rezar a Dios para no caer. El cuerpo totalmente enganchado a la pared y muy poco a poco hasta la cima.

Al llegar arriba, me descansó la mente, pero estaba muy enfadado por el tramo que acababa de hacer, no lo entendía. Pero ahí no quedaba la cosa, en ese tramo del valle del Chota estaba lleno de corontillas, pinchos como erizo de color amarillo, que si te los clavas no los puedes quitar de forma fácil, se clavan a la piel y has de estirar con dos palos para sacarlos, ya que con las manos se te vuelven a clavar. Es doloroso a rabiar.
Pues bajando rollo esquiador por la gravilla, esquivando zarzas y pinchos, me caí justo encima de una mata de corontillas, ¡nooooooooo!. Brazos, codos, muslo, tobillo, manos, … llenito de erizos, fue un shock. Me mareé del dolor. Encima estaba en un tramo donde no estaba estable, era una bajada muy peligrosa.

Busqué una manera de apoyar bien los pies y con mucha sangre fría comencé a quitarme los erizos. Cogí dos ramitas y al lío. Las púas se tensaban en la piel, no se despegaban, tiene como un gancho. Yo estiraba fuerte, con el dolor inmenso que eso significaba, pero no me quedaba otra. Me quité el primero, sin parar de gritar, y me quedaban 12 o 15 más, no me lo podía creer. A veces me sacaba uno y se me volvía a clavar, no os podéis llegar a imaginar el dolor y la escena. Insoportable, tortura china. Tras unos 10 minutos de gritos y apretar los dientes, me lo quité todos.

Descendí hasta la carretera con un cabreo monumental, no entendía porqué nos pusieron en riesgo en ese tramo, con casi 100 Km a la espalda, y encima el episodio de los erizos. En pocos Kms llegaba el CP10, Km 97, ¡¡estaba Neus!! Qué bueno, pero llegué enfadado. Neus me vio ensangrentado, le expliqué lo de los erizos, me dice que escuchó a alguien gritar y que le parecía mi voz, pero pensó que no era posible y que seguro que era algún pastor con las cabras. Que bueno!! Me calmó un poco, me dio tres platos de sopa y eso me ayudo a reponerme. Ya llevaba 19 horas de competición, y las dos últimas habían sido un calvario. Metí la cabeza en agua, había un barreño en el CP, ya que apretaba el calor, y a seguir.

No venía un tramo complicado, pero el calor lo hizo inhumano. Atravesé un río seco, entre rocas y barro, costaba mucho avanzar. Luego una sección de subida muy dura con los pies mojados y el terreno de polvo, se hizo difícil. Al final del tramo una típica montaña altísima que había que subir.
Ya era mediodía y el sol abrasaba, consigo subir bien, pero en las bajadas ya iba sufriendo de cuádriceps. Tenía ganas de llegar al siguiente control para quitarme las bambas, mochila y camiseta, necesitaba aire. A lo lejos veo a una persona, CP11 a la vista. Era Roberto, voluntario de la organización, que me hizo unas fotos bajando buenísimas. En el control 11, Espadillas Km 107, estaba en medio de un valle, sin viento. Yo pensaba que estaría a gusto y todo lo contrario, moscas, mosquitos, agua caliente, … no tardé ni 5 minutos en irme.

Venía el tramo más duro de la carrera, el más radical, el más caluroso, sin ninguna sombra.
Menos mal que iba alimentado al cuerpo bastante bien, tenía fuerzas y ganas también.

Salí del CP con los bidones hasta arriba y con ganas de avanzar. Me encontré otro tramo peligroso, vertical, muy vertical, con arena suelta y esos erizos que no quería ni ver. Comienzo a escalar, y al no mirar hacia arriba, metí la mano en una mata de coronillas, no podía sacar la mano ya que no estaba bien asegurado, el dolor era enorme y tuve que aguantar, recolocar los pies en un punto seguro, y buscar una posición para sacarme las púas, tenía toda la mano llena, ¡que tonto! Pero es que no pude ver nada, era escalada vertical.

Me quité todas las púas, ya tenía experiencia, y continué subiendo. Desde ese punto ya empiezo a ver la gran montaña que tenía delante por subir, era de vértigo, sol abrasador y montañas áridas alrededor, y un camino vertical que no paraba de subir. Aún no se como afronté ese tramo. Paso a paso y mucha paciencia.

Más de dos horas subiendo y subiendo sin ninguna sombra y lleno de matojos, lo bueno que las marcas se veían bien de día, la mente estaba relajada. Mi objetivo era llegar al a cima al CP12, así que no paraba de ascender. Me giraba, contemplaba el paisaje y no veía a nadie, por lo que iba siguiendo. Me estaba quedando sin agua, pero quedaba menos para llegar a la cima.

Al llegar a la cima casi me tiro al suelo de exhausto que estaba, pero vi una flecha que indicaba a la derecha y continué, bordeé la cima pensando que había el control, y ahí no había nada de nada. Seguí las marcas que me llevaban hacia el valle, no podía ser. No tenía agua y no había control. Sigo bajando hasta que me doy cuenta que no iba a tener agua hasta el próximo CP de la lista que era el Km 123, CP13. La hora más calurosa del día, y yo sin agua, me asusté.

Todo era árido, no había ni una sombra y estaba muy lejos de encontrar agua. Comía una almendra cada 10 minutos, la pastaba en la boca con la saliva y me la tragaba, así durante más de una hora, intentando hidratar mi cuerpo. El sol entraba directo a los brazos, cuello, piernas, notaba que me quemaba la piel. Era muy peligroso. No podía acelerar el ritmo pero tampoco podía parar, así que me concentré en seguir, y poco a poco descendí hasta el valle. Miraba sin parar por si veía a alguien, vi a un pastor pero estaba en otra colina, y al no saber si tendría agua, decidí seguir por el camino. Es lo más seguro.

Llegué a una pequeña aldea, y vi a unos niños, mi salvación. Me llevaron a un pequeño pozo, metí la cabeza, me tiré agua en el cuerpo y no paraba de beber y beber, estaba muy deshidratado.

 Los niños me indicaron el camino para llegar al CP, y justo cuando iba por el camino de nuevo, se me cruza Neus con el coche de Sebastián. Estaba buscando el CP y no lo encontraba, ¡qué casualidad encontrarnos! Me vio fatal, y la verdad es que lo estaba. Llevaba 120 Km, me puse en la ventanilla del coche y le dije: Neus, paro o sigo.

Ella ni se lo pensó: sigue que te falta poco. ¿Poco? 50 Km, pero su sonrisa me ayudó. Estaba tan contenta, no paraba de contarme cosas que le había pasado, ella sola con un 4x4 por las montañas de Ecuador, también fue una aventura para Neus.

Me despido, no podía pararme, tenía que avanzar y llegar al CP. Neus no llevaba nada de beber.
Solo pensaba en llegar al CP y beber y comer fruta. La subida no era muy dura, pero me costó mucho, mi cuerpo se estaba recuperando de la deshidratación.

El camino serpenteaba mucho y nada de sombra hasta llegar al control. Llegué al CP13, Aloburo Km 123, y me quité todo y me tumbé. Era una escuela, el suelo era de rayola y estaba fresquito, qué bueno. Me comí un plátano y mandarina, tumbado y estirando a la vez. Tenía la musculatura destrozada. Un vaso de cocacola, me visto rápido y a seguir. Solo me faltaban dos controles y a meta, eso me daba mucha fuerza.

Sabía que hasta el CP14 de Chota, Km 137 era bajada, así que me puse como objetivo avanzar. Corría 5 minutos y caminaba 1, así durante casi una hora, y me fue genial ya que alcancé a los corredores de delante, segundo y tercer clasificado. Iba fuerte, el sol había bajado y quedaba cada vez menos. Me puse al lado de ellos, no sabía si ir con ellos o continuar. Probé de irme solo, pero se pusieron detrás de mí. Sabía que ese ritmo era muy fuerte, así que mejor me planteé ir un tramo con ellos.

Me fue bien ya que cruzamos un río seco muy técnico, y Miguel y Juan David eran muy rápidos en ese tramo. Eran Ecuatorianos, conocían el terreno y se notaba. Y además bastante más jóvenes que yo jajajaja. Tenía que estirar bien las piernas para seguirlos, y sobretodo aguantar los millones de mosquitos que me estaban picando en todo el cuerpo, brazos, piernas, cabeza… Fue durísimo, picada tras picada, estábamos rodeados de mosquitos que no podíamos quitarnos, así más de una hora.

Al salir del río, aire fresco. Es sol ya se ponía y entramos en un tramo de asfalto, la Panamericana. Camiones, coches, motos, pero íbamos muy cómodos. Quedaban 3 Km y el control, ya era de noche.

Volvía a estar Neus, ¡qué bien!, CP14 Chora Km 137. Se había hecho amiga de Zully, habitante del pueblo de Chota, y me contó que había visitado el pueblo, el río, … y que en ese valle del Chota la gente era de color ya que eran descendientes de esclavos africanos y conservaban tradiciones y culturas diferentes a los ecuatorianos.

Me deja tranquilo cuando me cuenta lo bien que se lo ha pasado, la verdad es que también es duro estar todo el día pensando en como voy, si estoy bien, buscar la ruta, … Neus es una pasada.

Nos sentamos un rato en el CP, demasiado tiempo para mi gusto, pero al ir con ellos tenía que hacerlo. Nos avisan que venía una subida muy fuerte, así que sabíamos que el tramo final iba a ser duro. Juan David y Miguel subieron muy rápido, yo quería seguirlos pero no pude. Me sacaron de rosca. Comencé a sudar y a flojear. El primer tramo era muy vertical, las piernas me fallaron.

Tuve que pararme medio mareado, sentarme y coger aire. Era de noche y tenía mucho calor, así que esperé 5 minutos a que me bajaran las pulsaciones. Si hasta el momento no había pensado en competir, no lo haría al final casi sin fuerzas, así que volví a mi ritmo, y eso hizo que me encontrara mejor y fuera más rápido. Los bastones me ayudaron mucho.

Entré en una zona de niebla, no veía nada, ni marcas, ni camino, ni montaña. Iba perdido. Seguí un pequeño caminito, no había otra opción. Sólo, a oscuras, con el frontal con poca intensidad y muy cansado. Ese tramo lo recuerdo muy duro, y llegué a mi tope. 145 Km y vi como los dos frontales de Miguel y Juan David subían por una montaña inmensa, dos puntos en medio de esa enorme subida, no me lo podía creer. Saqué el roadbook y vi que era una bestialidad. Ni mi cuerpo ni mi cabeza estaban preparados para afrontarlo. Por más que quería avanzar aquello era sobrehumano, tenía hasta miedo de lo que me podía encontrar, ¿escalar, vertical? Me parecía el Everest. 

Había estado en tramos muy peligrosos pero con fuerzas, y en ese momento no me quedaba casi nada dentro, así que hice algo que nunca antes había hecho en ninguna carrera.
En el mismo camino y en subida, me tiré al suelo entre los matorrales y me dormí 15 minutos. Acurrucado en una pendiente, en medio del camino, con la mochila a cuestas y todo y con un fuerte viento con frío, pero como lo disfruté, me levanté como nuevo, necesitaba un parón. Llevaba más de 30 horas sin parar y era la segunda noche, eso es muy duro, tanto físico como mental. Subí y subí, y sin darme cuenta había llegado a la cima, no podía ser, me costó mucho menos de lo que pensaba. Buena señal.

Descendí hasta el último control, Km 152, quedaba el último tramo de bajada. Estábamos muy altos, así que sería muy dura la bajada. Al llegar al control, CP15 Aloburo, no paré ni un minuto. Tenía tantas ganas de llegar a meta que ni lo cansado que estaba podía pararme. Pista y caminos hasta que veo Ibarra a lo lejos, qué impresión, toda la ciudad iluminada a mis pies.

También escuchaba el eco del concierto de Silvestre que estaban haciendo en el campo de fútbol, así que con música latina iba acercándome a meta.

Cuando veo San Miguel de Yahuarcocha y me pienso que voy directo a meta, el camino se desvía hacia el interior. No me lo puedo creer. Ya estoy en esas que si me he perdido o no.
No veo marcas, retrocedo hasta la última, y sí, voy bien. Pero vaya vuelta al final, no llegaba nunca. Entro en un pequeño pueblo lleno de perros que atacan, yo con los palos me defiendo, qué estrés, yo solo quería acabar ya.

Me vuelve a meter el camino a la zona cerca de la laguna, donde estaba la meta. Una bajada vertical me hace que los cuádriceps sufran en exceso. Qué final. Bajo y bajo hasta pie de lago, solo faltaba bordearlo por el asfalto, ya huele a meta. 3 Km me separaban de San Miguel, y de pronto veo la meta. Me meto entre las calles y recta final hacia la iglesia, con Neus de fondo.

¡Qué ilusión, qué emoción, que dureza! 35h:39min, con más de 160 Km por las pérdidas, y un desnivel positivo de más de 11.200m, ni el Everest, qué aventura de las buenas. Y a tan solo 6 minutos del tercero, de menos a más.

 El estrés, la dureza, la deshidratación, … me dejaron con 6 kilos menos, seco. Siempre hay momentos, pero al final siempre es positivo. Las carreras non stop de 100 millas sacan lo mejor de ti a pesar de todo. Y recuperé el peso enseguida con chifles, patacones, empanadas de Morocho, Tilápia de la Laguna...

Gran experiencia en Ecuador, con gente encantadora.

Agradecer a Henry, organizador de la carrera, por su confianza en mi y su gran proyecto.

Recomiendo al 100% esta carrera, no ha sido solo competición, ha sido una gran aventura en un país excepcional. Aunque espero no sufrir tanto el mi próxima carrera.

Mi premio fue la visita a las Islas Galápagos y descansar en Colombia, un combinado perfecto.

Nos vemos pronto por Bhután !!