29 oct 2007

Marathon des Sables. La Crónica


marathon des Sables

Distancia: 245kms
Tiempo: 44:49hrs
Etapas: 6
Clasificación: 383 ( lesión)
Año: 8 Abril 2005
Zona: Sahara, Marruecos



Después de finalizar con éxito el Ironman de Lanzarote 2001 y tras varios viajes en bicicleta por España y Portugal en solitario, decidí que era la hora de enfrentarme a la aventura más importante de mi vida, hasta la fecha: el Marathon des Sables en el Desierto del Sahara,al sur de Marruecos.
Con más de 30 años de existencia, esta carrera se ha consolidado como una de las carreras de ultrafondo por etapas en autosuficiencia más exigentes del mundo.
Para mí todo era nuevo. Material, alimentación, condiciones, preparación, distancias…pero la ilusión era tan grande que me informé bien de todo. Quería acabar a toda costa.
La prueba consiste en recorrer más de 250kms en 6 etapas por el desierto del Sahara. Cada día duermes en un campamento diferente y las etapas van desde los 20kms a los 90kms. Has de cargar con todo el material necesario para la prueba. Saco de dormir, comida liofilizada para todos los dias, ropa térmica, frontal, manta de supervivencia, medicamentos…hasta una bomba aspira veneno por si te pica un escorpión. La organización sólo te facilita el agua.
Con todos mis entrenos y con el material apunto, me embarqué en una carrera que marcaría mi futuro. Sin duda fue la primera y la más especial.
Salí desde Barcelona rumbo a Ouarzazate, ciudad a las puertas del Desierto del Sahara.
Allí nos esperaba un arsenal de camiones que nos llevarían al primer campamento.
Hasta el momento era una aventura de las que sueñas toda la vida. Nuevo Continente, gente muy curtida, desierto…estaba muy expectante.
En el campamento nos asignaron las Haymas, que son tiendas de campaña pero a lo rudimentario. Dos troncos cruzados con una tela por encima. Nada de confort. Todo iba a ser muy duro. También verificaron las pruebas médicas que previamente nos habíamos hecho. En mi caso, me volvieron a hacer el electrocardiograma. Supongo que con apenas 25 años querían asegurarse de que todo estaba correcto.
Y llegó la hora de focalizar todas las fuerzas, entrenos, aprendizajes y comenzar a correr.
El primer día siempre se suele salir bastante apresurado. Tienes muchas sensaciones retenidas, llevas muchos meses pensando en ese día y la verdad, es que personalmente salí bastante rápido. Sólo fueron 30kms, pero vaya dureza. Pista de tierra con piedras, subidas a montañas, tramos de duras con arena suelta…todos los terrenos que tiene un desierto los hicimos en esa etapa. Y encima un sol abrasador de 40 grados que consumía toda la energía.

La mochila el primer día pesa mucho y eso también hay que tenerlo en cuenta. Correr con más de 9kgs a la espalda es bastante duro. Y encima, la arena se mete dentro de las bambas y se hacen rozaduras que poco a poco se van convirtiendo en ampollas.
Al llegar a meta, cogí frío o una buena deshidratación y vomité bastante. Estuve dos horas para poder sentirme a gusto. Menos mal que pude cenar y nutrir mi cuerpo, ya que ese día muchos corredores abandonan la aventura. Sus cuerpos no aceptan alimentos, los médicos les inyectan suero y con eso la descalificación.
El segundo día todo el mundo salió más tranquilo. La etapa fue de 38kms con las mismas condiciones de la etapa anterior.
Salí junto a Xesc Terés ¡quién me iba a decir a mi que después de 12 años aún haríamos locuras juntos!. Me gustaba mucho su ritmo Taca-Taca. De menos a más. Algo muy importante en este tipo de carreras. Pero solo pude aguantar unos diez kms. Mi rodilla se resentía y tuve que bajar el ritmo considerablemente. A mitad de la etapa, tuvimos que subir una montaña con final de arena que me dejó sin fuerzas. Sentí un vacío enorme y esome condicionó para llegar caminando por las dunas hasta la meta. Qué dureza, que sensación de impotencia y qué fuerte has de ser mentalmente para continuar al día siguiente. La carrera iba aumentando la intensidad, y yo, poco a poco, me iba consumiendo.
El tercer día fue el más duro psicológicamente. Salí caminando. La lesión de la rodilla se agravó y me salió una periostitis en el empeine que no me dejaba correr.
Para mi la competición se había terminado. Mi única prioridad era avanzar y avanzar y poder llegar a cada control con las fuerzas suficientes para ir a por el siguiente control. Me dolía todo. Lloraba de dolor pero no me rendía. El último tramo subimos dunas de hasta 10mts de altura con 45 grados centígrados. Era demoledor. Pero lo conseguí. Pude llegar a meta. Mi mente estaba en modo supervivencia y no quería abandonar por nada en el mundo. Esa noche no pude dormir del dolor. No pude descansar. Estaba apurando demasiado el cuerpo.
Llegó la etapa más larga, la más dura, la que decidiría si mi cuerpo y mi mente aguantarían a esas condiciones tan adversas y con tanto sufrimiento.
Antes de que todo el mundo se levantara, me fui a la enfermería a que me vendaran bien los pies, las tibias, a que me dieran antiinflamatorios. Era el día clave.
Salí con Javi Calero y Nil Bohigas que también estaban bastante tocados. Y fue una gran ayuda. Entre los tres supimos llevar la etapa con sufrimiento, pero con una positividad enorme. Habían momentos muy duros, pero otros momentos memorables como la tormenta de arena a mitad de etapa o las dos últimas horas de noche por en medio del desierto. Tardamos 16hrs para los 80kms y llegamos a la 1 de la madrugada.
No os imagináis como llegué. Tenía miedo. No quería tumbarme porque no sabía si me iba a volver a levantar.Me invadía tanto dolor que estaba mentalmente agotado.
Me metí en el saco con la ropa , bambas…no quería mirar nada. Tan solo sabía que había conseguido acabar la etapa más dura. Pero realmente no sabía si esa etapa iba a ser mi última etapa. No sentía mi cuerpo.
Estaba a tan solo 60kms de acabar mi mayor aventura y eso fue lo que me inspiró a seguir. Tenía los pies infectados, mucho. No podía ni caminar, os lo juro, pero cada paso lo luchaba como si fuera mi último paso. Estaba muy cerca de lograr algo tan grande que iba a darlo todo sin pensar en las consecuencias negativas.
En enfermería me aconsejaban que abandonara, mis compañeros también, pero yo tenía una coraza tan grande que nada me iba a parar.
La penúltima etapa de 45kms salimos Javi Calero, Nil Bohigas, Néstor Bohigas y Pablo Trujillo. Éste último nos quiso acompañar un rato, pero no sabía que al estar más rato entre control y control, la gestión alimentaria era diferente y se quedó un poco aturdido en una hayma. Vi que Pablo estaba bien y seguí con mí lucha. Fue una inyección de motivación ya que eso quería decir que estaba haciendo las cosas bien. Que me hidrataba bien y que comía bien. En ese momento algo me vino a la cabeza y me fui solo para adelante. No quería perder tiempo. Tenía que avanzar y pude llegar a meta. Me emocioné tanto que no sabría explicarlo con palabras. Estaba creando mi propia historia con grandes momentos. Si no hubiera acabado esa etapa, quiénsabe si estaría ahora mismo escribiendo este libro. Aquellos momentos de ganas de conseguirlo, de no rendirme, de superación, han sido los que poco a poco me han ido puliendo y me han ayudado a ser quien soy a día de hoy.
Sólo faltaba la última etapa. 20kms me separaban de la meta más soñada.
Salí casi arrastrandome pero muy feliz. A la salida me dejaron un bastón para apoyarme. ¡Vaya situación! Era algo mágico.
Iba avanzando y a la mitad, otro corredor me dio otro bastón. Cómo me verían…
Y cuando me quedaba un solo kms para meta, me vinieron a buscar para apoyarme Javi y Pablo, que ya habían acabado. Fue una sensación brutal.
Cogí los dos bastones con una mano y me lancé a correr. Era lo que había soñado todos esos días. Acabar Marathon des Sables corriendo. Y así fue. Llorando de la emoción y con una felicidad enorme. Lo había conseguido. Ya era Finisher de una de las carreras más duras en las que he participado. Era inexperto, era mi primera gran meta y ha sido la que más me ha marcado. ¡Comencé por la más grande!
Llegué aturdido a hotel. No podía ducharme solo, no me mantenia depié ni un segundo.
Para trasladarme de la habitación del hotel al comedor, me llevaban con el portamaletas. Parecía una escena de posguerra y no era menos. Fue my gran batalla.
Al día siguiente todos mis compañeros se fueron a la medina de Ouarzazate, no estaba muy lejos, pero casi no podía andar. Pero mi inquietud era tan grande que me puse unas bolsas en los pies, tenía que proteger mis pies de las infecciones que tenía y me dirigí a la medina a comprar algun recuerdo y a llamar a Neus y a mi madre. Seguramente querrían saber que estaba bien.